Entradas Héroes solitarios

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Reseñas de novelas de héroes solitarios

jueves, 31 de mayo de 2012

El enigma de Kennedy, sólo palabras repetidas una y otra vez

Apenas hace tres días subí la entrada titulada "¿Y quién mató a los Kennedy?", y ahora veo que ayer el periodista cubano Carlos Alberto Montaner publicó en Libertad Digital un artículo titulado "Fidel Castro y el asesinato del presidente Kennedy". No estoy muy de acuerdo con él en algunos puntos, a pesar de ser Montaner un periodista al que sigo con algo de frecuencia. 
Creo que durante años los intelectuales e historiadores sólo se han dedicado a repetir en sus libros, eso sí muy bien vendidos, las teorías que han dado la vuelta al mundo una y otra vez.
Por lo que hace al artículo, aun cuando no me convence del todo, creo que vale la pena.

martes, 29 de mayo de 2012

¿Y quién mató a los Kennedy?


El 22 de noviembre de 1964 el mundo entero se conmocionó, o cuando menos la parte civilizada, porque John F. Kennedy, el presidente más carismático en la historia de los Estados Unidos, con mucho el más promiscuo y también uno de los peores gobernantes, pero experto en promocionar su imagen, era abatido a tiros mientras circulaba por una calle de Dallas. 
Las teorías sobre quién lo mató comenzaron a circular cando todavía ni siquiera terminaban los funerales. Los libros, que requieren un cierto tiempo para su escritura y edición, tardaron un poco más en salir. La lista de sospechosos se conformó pronto, de acuerdo a gustos e ideologías, y sigue vigente. Porque el misterio, después de casi medio siglo, continua sin resolverse.
Para algunos la cosa parecía bien sencilla. John F. Kennedy era un presidente cargado a la izquierda, había dado algunos malos ratos a los capitalistas estadounidenses, sobre todo a los magnates del acero. Ellos, se creyó y se cree, debieron haberlo matado para que dejara de importunarlos.
Pero otros decían que el enemigo les llegó de afuera. Kennedy había invertido buena parte del tiempo que llevaba como presidente tratando de matar a Fidel Castro, y muchos pensaron que el dictador cubano devolvió el golpe con mayor puntería. Esta teoría no era menos que desagradable para los estadounidenses. Que Castro, desde su isla caribeña, pudiera darse el lujo de penetrar a los Estados Unidos y matar al presidente era un duro golpe al patriotismo yanqui, crecido por la fama de invulnerabilidad.
Una teoría más sugiere que no fue Castro pero que sí cubanos. En la llamada invasión de Bahía de Cochinos, en  la cual los cubanos de Miami querían derrocar a Castro, Kennedy los dejó abandonados a su suerte a última hora y muchos fueron masacrados o encarcelados por el ejército castrista. Era sensato pensar que algunos cubanos en venganza decidieron atentar contra Kennedy.
Ésas son sólo las tres teorías más difundidas, porque hay muchas más. Algunas incluso sugieren que el propio Kennedy, al estar desahuciado por una enfermedad, decidió tener una muerte heroica que el mundo nunca olvidaría. Si fue eso, lo consiguió.
Lo que es más factible creer, es que quien mató a un Kennedy mató al otro. El mundo entero lleva casi medio siglo sin saber la identidad del asesino intelectual, pero el gobierno de los Estados Unidos, la CIA y la propia familia Kennedy, muy probablemente no ignoran lo que realmente ocurrió.
Por eso, casi cuatro años después, el 6 de junio de 1968, Robert F. Kennedy, cuando ya se le veía muy cerca de la Casa Blanca, fue asesinado en Los Ángeles. Es evidente que si Bobby llegaba a la presidencia, con todo el poder que eso significaba, cobraría venganza por la muerte de su hermano. Y si lo mataron fue porque el asesino sabía que él, Robert, lo tenía en la mira.
Quien mató a un Kennedy probablemente los mató a los dos, al primero porque le estorbaba y al segundo porque sabía quién era y como presidente podía vengarse de él. Fue alguien muy poderoso y probablemente estadounidense, porque usó su poder para entorpecer las investigaciones de ambos crímenes.
Durante muchos años el mundo se ha preguntado quién mató a Kennedy, pero tal vez la expresión más adecuada sea quién mató a los Kennedy. De momento, aunque ha pasado mucho tiempo, sólo hay teorías, algunas absurdas y otras no tanto, pero la verdad quién sabe si saldrá algún día a la luz.

martes, 15 de mayo de 2012

El lugar que le tocaba a Strauss-Kahn


Hoy el político socialista francés François Hollande se ha convertido en presidente de Francia, dejando fuera del poder a Sarkozy. Cualquiera con un poco de sensatez sabe que el socialismo no le hará nada bien a Francia en plena crisis mundial. Pero así es la democracia. Los necios también votan. Sarkozy por su parte ya no tendrá que verse en la necesidad de subirse a un peldaño cada que se tome fotografías con otros lideres mundiales. Por lo menos una preocupación le quitaron.
Pero volviendo a que en Francia ganó el socialismo, ese puesto le tocaba a Dominique Strauss-Kahn. Él habría vencido a Sarkozy como lo hizo Hollande, porque cuando un país quiere cambiar de partido quién lo represente a veces importa poco. Lastima que Strauss-Kahn cambió el cargo de presidente por unos minutos de pasión. No fue la mejor elección, y él lo sabe, pero por lo mismo se han perdido reinos e imperios. Que no se preocupe tanto, no es el único que ha sido víctima de su calentura y la cosa ya no tiene remedio. 

miércoles, 2 de mayo de 2012

El duque de Morny


El Segundo Imperio francés estuvo integrado por varios personajes que tenían una historia no poco interesante desde antes de nacer. Empezando por el propio emperador Napoleón III, Bonaparte sólo por nombre, continuando con el conde Walewski, Bonaparte de sangre mas no de apellido, y rematando con el duque de Morny, nieto del mismísimo Talleyrand que no llevó su apellido, podríamos decir que la corte de ese Segundo Imperio fue la corte de los bastardos.
Hortensia de Beauharnais fue la hermosa hija de la emperatriz Josefina y su primer esposo, aquél que murió guillotinado. Napoleón, su padrastro, llegó a quererla mucho y para asegurarle una vida de esplendor la casó con su hermano Luis. Pero el matrimonio de Hortensia y Luis no funcionó, las infidelidades más de ella que de él llegaron pronto. Cuando en 1808 nació Luis Napoleón, el que llegaría a ser emperador años después, su padre se negó primero a celebrar el alumbramiento y después a reconocerlo legalmente. Bien recordaba no haber estado en su lecho marital en mucho tiempo como para que el recién nacido fuera obra suya.
Medio año tuvo que pasar para que Luis, por orden de su hermano Napoleón, reconociera al niño como su hijo. Dos años después el matrimonio llegó a su punto final. Hortensia entonces vivió felizmente con su amante, el conde de Flahaut, hijo bastardo del obispo Talleyrand. De esta relación nació un niño en 1811, pero ya para entonces Hortensia no tenía un esposo al cual culpar del alumbramiento. La situación no era sencilla. El recién nacido necesitaba un apellido para existir, fuera cual fuera y de quien fuera.
Un militar anónimo apellidado Demorny fue, mediante un pago, el que reconoció al niño como si hubiera sido suyo. El pequeño Carlos Augusto Demorny después sabría aprovechar la ventaja de que su apellido iniciara con De. No heredó el nombre de su abuelo Talleyrand, pero sí algo mejor: su inteligencia. Jamás se acomplejó por su bastardia, siempre habló de ella abiertamente y la usó para cubrirse con una ola de importancia y misterio. Se inventó un condado al que llamó Morny y entonces fue que modificó su apellido, lo aristocratizó y pasó a llamarse conde de Morny.
De joven ingresó al ejército francés, pero la carrera de las armas terminó por no ser de su agrado y la abandonó en 1838. En París trató de labrarse su futuro. No le era tan fácil y sólo podía valerse de su inteligencia para lograrlo, ya que entonces su hermano Napoleón vivía en el exilio y no tenía poder alguno.
Cuando por fin, después de muchos intentos y de casi perder la vida, Luis Napoleón se hizo presidente de Francia, su medio hermano De Morny siempre estuvo detrás de él, intrigando a su favor. Después, cuando la Republica pasó a ser Imperio con Luis Napoleón trasformado en Napoleón III,  otra vez De Morny fue un hombre crucial que enfrentó los acontecimientos que bien podían contarle la vida con demasiada sangra fría.
Ya como hermano del Emperador, el conde de Morny pasó a ser duque. También fue por un tiempo embajador en Rusia, donde se hizo de una esposa bellísima y casi tres décadas más joven que él. Su padre, aquél que lo había engendrado sin darle su nombre, fue también, bajo el Imperio de su hermano, embajador de Francia en el Reino Unido. Extraña familia ésta que pese a todo trabajaba muy unida.
La ambición de De Morny fue, a fin de cuentas, la que llevó a su hermano a la ruina. Siempre procuró servirse de su parentesco con el Emperador para que sus negocios fueran fructíferos. Cuando Napoleón III invadió México fue para llevar a cabo un negocio que traía entre manos De Morny. La empresa resultó ser un fracaso y Bismarck, que en todo estaba, comprendió cuan débil era Napoleón III. 
Pero el duque de Morny no tuvo tiempo de acompañar a su medio hermano hasta el final. Murió en 1865. Tres años después murió también el conde Walewski, el hijo bastardo de Napoleón, y dejaron al emperador completamente solo. El Segundo Imperio francés según algunos historiadores se levantó sobre dos pilares, De Morny y Walewski, y sin ellos era imposible evitar que colapsara cuando  ya no existían.