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Reseñas de novelas de héroes solitarios

miércoles, 19 de marzo de 2014

Los bastardos en la historia


Hoy en día la puesta en duda de una paternidad se resuelve con un examen de ADN, con juicio de por medio si se requiere, pero la duda se aclara y cada cosa va a su lugar, cada hijo con su padre, aunque sea sólo legalmente, sin el menor afecto, porque querer a un hijo es sólo una obligación moral, mas no legal.
En tiempos pasados, al no existir la posibilidad de comparar el ADN, salir de dudas era imposible. Un rumor, por malintencionado que fuera, podía desgraciar a una pareja y a un feliz chiquillo que llevaría el estigma de bastardo pegado a él toda su vida.
Inventar la bastardia de alguien muchas veces era un asunto político. Sobre todo cuando el presunto bastardo podía llegar a ser rey. Una vez corrido el chisme nada lo llevaba para atrás de nuevo y eso lo sabían muy bien los intrigadores. Era un arma poderosa, muy destructiva y que se usaba muy a menudo.
Regresándonos en la historia encontramos casos tristes e interesantes. Quién no ha leído algo sobre Juana de Castilla, hija del rey Enrique IV, de quien inventaron, los políticos y la jerarquía de la Iglesia, que era hija de Beltrán de la Cueva, y toda su triste vida fue conocida como Juana la Beltraneja. El invento tuvo frutos. No sólo el de que sus enemigos llamaran al rey maricón, sino el de que Isabel, la mismísima Católica, llegó al trono de su reino porque los chismosos le quitaron de en medio a la Beltraneja.
Otro caso interesante es el del zar Pablo I de Rusia, hijo de Catalina la Grande y su esposo Pedro III. La zarina era de moral muy relajada. Si le creemos a los historiadores, le gustaban los hombres fuertes, grandes de abajo y medio salvajes. Le fue infiel a su marido porque nunca se amaron, porque era muy feo y porque, al principio de su matrimonio, era impotente. Buena parte de la nobleza rusa sugirió siempre que el zar Pablo no era hijo de Pedro III. La propia Catalina también lo sugirió en sus memorias. Tan poderosa llegó a ser que poco le importó dejar entrever esa verdad.
Napoleón III fue otro bastardo de los grandes. Las infidelidades por ambos lados entre Hortensia, la hija de la emperatriz Josefina, y Luis Bonaparte, el hermano de Napoleón, fueron más que divulgadas. Napoleón III vivió toda su vida soportando que los demás miembros de la familia lo acusaran de ser bastardo. Por supuesto que eso no lo desanimó en su propósito de llegar a ser emperador.
En el caso de Francisco de Paula de Borbón existen retratos que les dan a los rumores tintes de verdad. Oficialmente fue hijo del rey Carlos IV de España y de su esposa María Luisa de Parma. Pero la reina tenía su favorito, Manuel Godoy. El parecido entre el infante y el oportunista, si a los pintores no se les movió la brocha, es enorme. Casi idénticos, como padre e hijo.
Pero Francisco de Paula, oficialmente, era todo un Borbón, y como tal vivió siempre. Fue padre del rey consorte de Isabel II, Francisco de Asís de Borbón. Estos reyes, se supone, procrearon a Alfonso XII, pero se cuenta que alguna vez Isabel le dijo a su hijo: “Sólo eres Borbón por mí”. Quizás confesó con eso su infidelidad, como sugieren todos, o quizás sabía que por el lado de su padre su hijo no era Borbón…, era Godoy.